Con motivo de la publicación de Cómo nació el cristianismo, conversamos con uno de sus autores, Antonio Piñero, experto en cristianismo primitivo y mundo antiguo, para desmontar algunas de las ideas más arraigadas sobre los primeros seguidores de Jesús. Porque, según la evidencia histórica, el cristianismo no nació como una única fe, sino como un mosaico de comunidades diversas que durante siglos convivieron, discreparon y evolucionaron hasta que una de ellas se impuso como la versión oficial.
La idea de que Jesús fue el fundador del cristianismo. Jesús es el fundamento del cristianismo, pero no su fundador. Tampoco lo es estrictamente Pablo de Tarso, que continuó toda su vida siendo un judío practicante y jamás se le pasó por la cabeza fundar religión alguna. Su interés fue vivir su judaísmo en el mesías Jesús. Por tanto, los fundadores del cristianismo fueron los sucesores de Pablo; y no uno concreto, sino muchos, a lo largo de decenios y decenios.
Podemos distinguirlo radicalmente eliminando lo que es pura teología interpretativa de la vida, misión y muerte de Jesús por parte de sus seguidores. Estos reinterpretan y reelaboran tanto la figura como las ideas de Jesús ya que estaban convencidos de que Dios lo había resucitado y lo había colocado en el cielo a su diestra. Esto significa intentar conocer cómo fue el proceso de exaltación, reinterpretación, magnificación y divinización de la figura de Jesús.
El relato de la auténtica (y desconocida) historia del nacimiento del cristianismo, narrada por dos de los principales especialistas en la materia.
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Podemos distinguirlo radicalmente eliminando lo que es pura teología interpretativa de la vida, misión y muerte de Jesús por parte de sus seguidores. Estos reinterpretan y reelaboran tanto la figura como las ideas de Jesús ya que estaban convencidos de que Dios lo había resucitado y lo había colocado en el cielo a su diestra. Esto significa intentar conocer cómo fue el proceso de exaltación, reinterpretación, magnificación y divinización de la figura de Jesús.
Sin duda el Nuevo Testamento. En segundo lugar, la colección de obras muy antiguas, desde inicios del siglo II, recogidas en el corpus de escritos titulado “Padres Apostólicos”, a saber, la Didaché o “Doctrina de los XII Apóstoles, 1 Clemente, Cartas de Ignacio de Antioquía, y Carta de Bernabé.
Naturalmente mucho. El primero y principal intérprete de Jesús fue Pablo de Tarso, judío no nacido en Israel; por tanto, con una mentalidad propia del helenismo grecorromano tal como se vivía en el Mediterráneo oriental en su época. Esa mentalidad considera que lo básico de la vida de Jesús, su muerte y resurrección, es lo que verdaderamente importa. Quien acepte por fe, y luego cumpla las normas de fidelidad a esa fe, la “ley del amor” o “ley del Mesías” se salvará.
Totalmente primario, básico y fundamental. De acuerdo con lo dicho en la respuesta a la pregunta anterior, Pablo –sin pretenderlo absolutamente puesto que estaba convencido de que el fin del mundo era muy próximo– pensó que la divinidad lo había elegido para convertir a la fe en Jesús como mesías / salvador no solo de los judíos sino de todo el género humano, al mayor número posible de gentiles de varias etnias, de modo que se cumpliera la última parte de la promesa de Dios a Abrahán (“Te haré padre de numerosos pueblos”: Génesis 17,5), es decir no solo padre del pueblo judío. Y todo con la mayor premura posible, pues –según él– el tiempo mundano había llegado a su fin. Pronto vendría la disolución del mundo, el Juicio universal y el proceso de distinción entre buenos y malvados con la consiguiente retribución positiva o negativa.
Ha sido fundamental, por un lado, la comprensión más profunda del pensamiento de Jesús y de Pablo. Luego el estudio del desarrollo de ideas seminales no solo del maestro Pablo sino de sus discípulos. Por otro lado, el estudio a fondo de los primeros escritos de los seguidores de Jesús, cayendo en la cuenta de que el desarrollo del cristianismo fue un proceso lento, de maduración de ideas y de la amalgama de las diversas interpretaciones de Jesús en el entorno no solo del judaísmo, sino de la religiosidad y de la filosofía espiritualista griega y posteriormente romana.
Primero que cuestione algunas ideas simplistas del desarrollo del cristianismo, por ejemplo, las que hacen demasiado hincapié en la fuerza del Espíritu Santo y atienden menos a las circunstancias sociales, e incluso políticas que ayudaron a la propagación de una idea básica y desconocida en el mundo grecorromano, a saber, que la divinidad ama a los mortales y que por medio de agentes suyos ha deseado –y cumplido– revelarles algo de su esencia y del modo cómo desea que los humanos se relacionen con ella.
El nacimiento del cristianismo no es un misterio inextricable porque se debe a la acción del Espíritu Santo, sino una cuestión histórica que puede explicarse, si no totalmente, sí en gran parte por medio de hipótesis razonables. Tales hipótesis son deducibles a partir del estudio de los escritos que hemos conservado de los seguidores inmediatos de Jesús y del ámbito sociológico e histórico de sus vidas, es decir, del entorno de estas.
